JOTA
SIROCO
El amor es un trozo de papel hecho pedazos
(Charles
Bukowski)
Es el amor lo que destruye al hombre
(Nicanor
Parra)
Alguien tendrá que decir la verdad al amor,
alguien debiera gritarle
al oido
que sólo hay temblores en
la fiebre,
que perdió la luna
el rímel,
el misterio
y la canción
cuando lo de la Nasa,
que no hay citas rondando
las esquinas
y en las tabernas
cerraron los rincones
donde nos besamos.
¿Quien sabe si alguna vez la luz te descubrió joven y consciente de que a nadie podría ofender el deseo, que era la mirada tan pura como la desvergüenza y el pudor no aguantaba ni el primer asalto. Quien sabe si alguna vez el desnudo volverá a romper la mañana y gritará la mentira de un poema de amor. Quien sabe si podríamos soportar tanto sufrimiento?
Alguien
tendrá que cantar las cuarenta
al amor
pues no quedan espadas como labios,
pues no quedan espadas como labios,
ni paños de oro,
noches de vino y rosas,
alguien tendrá que
recordar a ese farsante
que pintan bastos
en la partida gris de las
alcobas.
Cánsate de ser bueno /a. Es de plomo, lamento la confesión a estas alturas,no poder decir “Basta”o “Hasta aquí hemos llegado” y dar un puñetazo en donde corresponde a quien exactamente corresponde, poner una vela al diablo, especialista en fuego no lo olvides, pero no puede ser no hay más cera que la que se derrite... por tus huesos.
Por eso, insisto,
alguien
tendrá que cantarle al amor
la verdad del barquero,
la que murmura a voces
que sólo existe la orilla
que se aleja,
que hay mar de leva
y que los tiburones
huelen la claridad
y la sangre
a través del fango,
habría que decir
que se ha tragado el
tiempo
más cuerpos que la
dinamita.
No sé si alguien volvería a
bailar el tango de las sábanas
blancas,el sabor de la
sombra,la insolente
lágrima de la roca, el llanto
salado de la tersura.
Quizá exista quien pueda
recordar al tacto el origen del
deseo
y la razón de ser de la primera luna.
y la razón de ser de la primera luna.
Pero seamos justos
alguien tendrá que pegar
las cartas rasgadas
y leer los poemas
secretos,
alguien tendrá que
descubrir
cada uno de nuestros
laberintos,
el origen de nuestra
tristeza
y la desaparición del
canto,
alguien tendrá que buscar
los cuatro pies al gato
del amor
antes de que se atreva
a sacarnos los ojos.
A veces me parece que no estás, -otras soy yo
el que falto- que volaron las cenizas de
las horas y corremos sin mirar
hacia atrás, en dirección
contraria, por ver si la
vida es o no es un círculo cerrado
Alguien tendrá que sacarle los colores al amor
que no es rojo pasión
como pintaron,
que es rojo de vergüenza
y amarillo quizá
como bandera vaticana,
azul como el olvido,
verde
como el pensamiento
nocturno
de los viejos.
Cuando sólo me quede un segundo de vida, exactamente
eso: un mínimo segundo, el menguante
suspiro antes del sueño, te querré con
la fuerza de las horas, los años que la vida
regala, te intentaré
robar entre la
fiebre un beso.
Alguien tendrá que medir las costillas
al amor,
ese niñato,
ponerle a la altura de las
circunstancias,
mirarle a los ojos
con la frialdad del polo
y no permitir siquiera un
parpadeo
antes de obligarle cantar
por soleá
los misterios de dolor,
la pena que esconde,
las soledades que hasta
los ciegos
ven.
A estas
alturas, cuando tan sólo siento la urgencia impertinente de nunca tener prisa, la insufrible pasión de amar sin sobresaltos, la obsesión terca y dura de atesorar caricias...
A estas alturas en las que uno se cae y besa el suelo o la cabrona muerte sisea sin mirarte...me amanece un
día de perros y no sé a qué
árbol quedarme, corazón.
Alguien tendrá que partirle la cara al amor,
para que aprenda,
zumbarle el hígado,
noquear su estudiado
silencio.
Hacerle
que escupa los dientes
ya que no echa la palabra
del cuerpo...
tan cínico
como un jesuita.
Yo no te haré
pasar ese mal trago, esa resaca
agria del olvido, lo más que
puedo hacer es aguarte la
fiesta, apagar las
estrellas demasiado temprano, proponer al
sereno un error en
las llaves y decirte lo
siento como saben
decirlo los farsantes.
Alguien tendrá que reirse en las mismas narices del
amor,
ante su pasmo,
frente a su orgullo
frente a su altiva
desfachatez.
Alguien tendrá que
avergonzar al amor,
llamarle gordo, bajito,
torpe, calvo
y hasta ma-ri-pon-són,
(él se siente muy mal con
esas cosas,
fijaos si es imbécil)
porque nunca le dijeron
tales lindezas.
No mientes el amor en casa del
ahorcado, ni el poema en casa del poeta, ni la muerte
en casa del cadáver. No mientes el
amor, ni mientas.
Alguien tendrá que plantarle cara
al amor,
olvidar su sonrisa,
su seducción,
sus artes...
sus malas artes...
alguien tendrá que cantar
su ordinariez,
su petulante
eterna adolescencia,
sin olvidar
ni una sola de sus
trampas,
ni una sola de sus
conquistas,
ni uno solo de sus
engaños,
alguien tendrá que
llamarle
tahúr de taberna
y triste arramplasueños.
No hay otra
escapatoria que el regreso, ninguna cueva
más que la
palabra, por eso guardaré entre las
hojas de un libro de cristal una mirada
inmensa como el mar
nocturno, una sonrisa in
fronteras, mi callada ong
del desconsuelo,
y un beso
pequeño y clandestino (como la
ORT)
Alguien tendrá que pararle al amor el reloj de la espera,
desparramar la arena de la
clepsidra,
colgarse del tiempo
como de una soga
para dejarlo tirado en la
noche,
alguien tendrá que
clavarle
la fina daga del minutero
en la misma fuente de la
sangre,
alguien tendrá que
enseñarle
lo que es la soledad.
Yo sé que no nací para estar solo, fue a finales de siglo, aún puede recordarlo la lujuria, borraron con sus labios el rastro frío de la madrugada y apagaron con su sola presencia las hogueras insomnes de la sangre. Sus besos, sus adioses, no me dejaron fuerzas para doblar siquiera las esquinas, ni aún bajo tortura os diría sus nombres, se escribieron quizá con tinta del olvido, sí podría hablaros de sus ojos.
Alguien
tendrá que pararle los pies al amor,
ponerle zancadillas
hasta hacerle doblar el
corazón
ante las lágrimas de los
abandonados,
frente el silencio de los
sufrientes,
junto el aullido eterno de
los suicidas,
alguien tendrá que ponerle firme
alguien tendrá que ponerle firme
y dormir alerta
ante la amenaza inevitable
de otros veinte poemas.
La línea
escurridiza del deseo limita al
norte con el corazón y al sur con
el silencio,
no hay dios, ni ayuda que pueda detenerlo.
no hay dios, ni ayuda que pueda detenerlo.
Se engancha en
el proyecto de veladas caricias, le enerva una
voz, le quiebra una
mirada, le distrae un
murmullo, le sobresalta
el roce de una tela. Aquellos que
se ríen del deseo soportan la
cadena de la soledad y quienes no
sucumben en sus brazos guardan la
pena eterna de su ausencia.
El deseo no tiene edad, ni sabe de
perdones.
Alguien
tendrá que partirle las piernas
al amor,
hacerle arrodillar ante el
fracaso,
por las palabras mudas,
los besos,
la pasión,
la sobredosis,
los versos que tu nunca
escribiste
ni yo tampoco,
las noches, las caricias,
los gemidos anónimos,
la sonrisa ardiente de los
esqueletos...
Yo le pago esta ronda al olvido a la luna del
día, a los hielos
de agosto, vendrán a
pedir cuentas los clochards
de París, los mimos de
Venecia, los viejos
carteristas de la calle Alcalá... Pero tomo y
obligo, yo le pago
esta ronda al deseo, a los ojos que
nunca rieron,
a las bocas
que nunca han mordido, yo le pago
esta ronda al infierno.
La
verdad, nadie
debería escupir al amor,
sí tendría que ser
obligatorio
fiarse tanto de él
como de un puente de
juncos
en los oscuros rincones de
los puertos,
darle un beso de Judas en
la frente,
uno de la camorra entre
los labios
y ofrecerle promesas
a traición...
los trucos que de él
aprendimos,
en los que se ensañó.
Malo sería perderme entre
tus brazos, peor aún perdernos, por eso
miénteme, engáñame, hazme llegar
al cielo, pero prométeme que pase lo
que pase nunca me
llamarás cariño, ni honey, por
supuesto, ni, claro
está, mi vida.
Alguien
tendrá que curar la ceguera
al amor,
para que no oscurezca
tantas tardes de abril,
tantos abrazos,
para que apunte allí
donde es más necesario:
hacia los nombres solos
sin su flecha,
hacia los corazones
con el "y" vacío.
En
la hora descuidada de la siesta descuidadamente
nos miramos, más cuidado
pusimos en los besos, ágiles en las
manos, mudos en la
palabra,casi perfectos
fuimos en el engaño.Por eso, cuando supe de tu temprana
muerte, abracé la
pasión como bandera y puse precio
a la noche.
Alguien
tendrá que sentar al amor
frente a las tardes del
domingo,
frente a las noches sin
fin de los inviernos,
alguien tendrá que
cortarle la lengua en los cines,
en los asientos traseros
de los coches,
en las siestas de marzo
y en las noches de agosto,
alguien tendrá que
ponerle mordaza a los besos,
al temblor gris del alba,
alguien tendrá que
regalarle silencios
como gritos.
Ya no tengo valor para la huida,
porque no me queda tiempo para el olvido.
porque no me queda tiempo para el olvido.