martes, 27 de diciembre de 2011

CAMINANTE


(Sobre textos de Antonio Machado)













ESCENA I.-
"El viento me ha traido
tu nombre en la mañana,
el eco de tus pasos
repite la montaña.
No te verán mis ojos,
mi corazón te aguarda."
Nací en Sevilla una noche de Julio de l875.
"Esta luz de Sevilla es el palacio
donde nací con su rumor de fuente.

Mi padre en su despacho, la alta frente,
la breve mosca y su bigote lacio.
Mi padre, aún joven, lee, escribe,
hojea sus libros y medita. Se levanta.
Va hacia la puerta del jardín, pasea
A veces habla solo, a veces canta."

...Pero debo deciros la verdad. Esta es que nací muchos años más tarde, exactamente treinta y cuatro años más tarde, en la pequeña ciudad castellana de Soria. Allí me casé, allí murió mi esposa... cuyo recuerdo me acompaña siempre.

ESCENA II.-
"Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla

y un huerto claro, donde madura el limonero.
Mi juventud veinte años en tierras de Castilla.
Mi historia, algunos casos que recordar no quiero."

!Qué pena! Sólo durante ocho años pude gozar de la belleza de Sevilla, pues, cuando contaba esa edad, mis padres se trasladaron a Madrid, por eso los recuerdos de mi ciudad natal son todos infantiles.
¿No os he contado nunca mi recuerdo de la caña de azúcar? Tendría yo seis años. Estaba en Sevilla, en la Plaza de la Magdalena, con mi madre, sentados en un banco. Me había comprado una caña de azúcar. Cuando pasó otro niño, con otra madre y otra caña de azúcar... Yo pensé: "La mía es más grande". Aún sabiendo que me diría que sí, le pregunté a mi madre: ¿A que la mía es más grande?. Ella con todo cariño me contestó: "No, hijo mío, no. La caña de ese niño es mayor que la tuya."Todo lo que soy, todo lo que hay en mi de vanidad y de fracaso, se lo debo a aquel niño y a aquella caña de azúcar. !No hay que temerle a la verdad, soñar sí, pero no en falso.

ESCENA III.-
"Una tarde parda y fría

de invierno, los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales."

Unos años pasé con D. Antonio Sánchez, un viejo y severo profesor, de una vieja y severa escuela, siempre recordaré...
"Es la clase. En un cartel

se representa a Caín
fugitivo y muerto Abel
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro. Un anciano
malvestido, enjuto y seco
que lleva un libro en la mano...
y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"Mil veces ciento cien mil,
mil veces mil un millón.
Una tarde parda y fría
de invierno, los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales."

!Ay, mi Sevilla infantil, tan sevillana!.

ESCENA IV.-          
Primero fue en las tertulias del abuelo, allá en Sevilla, luego en Madrid en la Institución Libre de Enseñanza, donde aprendí el respeto hacia lo humano y la duda racional hacia lo divino.
D. Francisco Giner se sentaba siempre entre sus alumnos y trabajaba con ellos familiar y amorosamente. El respeto lo poníamos los niños o los hombres que el maestro congregaba en torno suyo. Su modo de enseñar era socrático: el diálogo sencillo y persuasivo. Estimulaba el alma de sus discípulos para que la ciencia fuese pensada y vivida por ellos mismos:
Giner de los Rios
-Dios existe o no existe. Cabe afirmarlo o negarlo. Pero no dudarlo.
-Eso es lo que usted cree.
-Un Dios existente sería algo horrible. Dios nos libre de él.
-Teneis unos padres excelentes a quienes debeis respeto y cariño, pero... ¿Por qué no os buscais otros más excelentes todavía?
-¿Conservadores?...Muy bien. Siempre que no os suceda como a aquel sarnoso que se empeñaba en conservar no la salud, sino la sarna.
-!Hubo un gran pedagogo, se llamaba Herodes!
-Las convicciones son más peligrosas para la verdad que las propias mentiras. -Hoy traemos, señores, la lección 28: "De la existencia de Dios". ¡Que se pongan en pie todos los que crean en El!. (Toda la clase se levanta)
-Muy bien, señores, hasta mañana. (Extrañeza en la clase)
-¿Y qué traemos para mañana?
-De la posible inexistencia de Dios.
Como se fue el maestro,

la luz de esta mañana
me dijo:"Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?...Solo sabemos
que se nos fue por una senda clara
diciéndonos:"Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no mas, sed lo que he sido
entre vosotros: Alma.
Vivid. La vida sigue, los muertos mueren
y las sombras pasan.
Lleva quien deja y vive el que ha vivido.
Su corazón repose

bajo un encina casta
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...
allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.


ESCENA V.-
Mi padre murió cuando yo tenía l8 años. Regresó moribundo desde Puerto Rico, donde había ido a hacer por nosotros las Américas. !Malas Américas hizo! !Sólo le dio tiempo a morir en Sevilla!

Yo, entretanto, perdía en Madrid mi juventud liado con poetas y gentes del teatro. A lo tonto, borrachuzo y mujeriego, sin dar golpe.
Fue un tiempo de mentira, de infamia,

a España toda, la malherida España, de carnaval vestida
nos la pusieron, pobre, escuálida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.


ESCENA VI.-
Con la muerte de mi padre en l893 y la del abuelo en l896, los ingresos de la familia se redujeron casi a cero y la situación de la casa llegó a rondar casi la pobreza. Manuel, mi hermano, consiguió un puesto en la Editorial Garnier de París. En l899 yo también me lanzaba a las redes que me ofrecía la Ciudad de la Luz.
París era todavía la ciudad del affaire Dreiffus en política, del simbolismo en poesía, del impresionismo en pintura. Allí, por un tiempo, quedé prendado de la bella poesía azul de Rubén Darío.
Adoro la hermosura y en la moderna estética

corté las viejas rosas del árbol de Ronsard...

En el fondo aquel viaje a París fue lo más práctico que hice nunca. Aprendí francés, idioma con el que pude ganarme la vida. !Qué raro es este mundo! !Un poeta español viviendo de enseñar un idioma extranjero!... Claro que siempre supe que el francés lo enseñaría con el acento de la calle Sierpes.
En l907 obtuve Cátedra de Lengua Francesa, que profesé durante años en Soria. ¿Por qué en Soria, preguntareis?. Mirad. Yo tenía un recuerdo muy bello de Andalucía, donde pasé los felices años de mi infancia...
Pegasos, lindos pegasos,

caballitos de madera.
Yo conocí ,siendo niño,
la alegría de dar vueltas
en un corcel colorado
en una noche de fiesta.
Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera.

Decíamos que por qué a Soria... Pues los Hermanos Quintero estrenaron entonces en Madrid "El Genio alegre" y alguien me dijo: "Vaya usted a verla. En esa comedia está toda Andalucía". Fui a ver el "Genio alegre" y me dije: "Si esto es Andalucía, prefiero Soria"... y a Soria me fui.

ESCENA VII.-

Es la tierra de Soria árida y fría,

por las colinas y las sierras calvas,
verdes praderas, cerros cenicientos,
la primavera pasa...
dejando, entre las hierbas olorosas,
sus diminutas margaritas blancas.

Llegué a Soria un cuatro de Mayo de l9O7. Soria era entonces una pequeña ciudad, íntima, de unos siete mil habitantes. Allí me instalé en una pensión de la Calle del Collado.
Mis distracciones  consistían en dar largos paseos con el Abad de la Colegiata, D. Santiago Gómez Santacruz, y con mi buen amigo el periodista José Mª Palacio, al que tanto recordé siempre.
Cerrada esta pensión, tuve que trasladarme a la que en la calle Teatinos regentaba por entonces Dª Isabel Cuevas. Allí vivía esta mujer con su marido y sus tres hijos: Sinforiano, Antonia y la más pequeña; Leonor.

Leonor era menuda y trigueña, de alta frente y ojos oscuros. Creo que me enamoré de ella desde que la vi. Tenía sólo trece años y era alegre y transparente como un amanecer de abril. Yo la seguía de lejos, cuando ella con otras niñas paseaba.
Colinas plateadas,

grises alcores, cárdenas roquedas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta...

Las porteras comentaban que yo era demasiado viejo para la niña y que en Madrid tenía fama de mujeriego. !Cosas de juventud!.
En el Casino, los caciquillos de Soria, criticaban mi educación liberal en la Institución Libre y hasta me tachaban de masón:
"En Santo Domingo/
de Misa Mayor,/
aunque me decían/ 
hereje y masón,/ 
rezando contigo/ 
!Cuánta devoción!
Álamos de las márgenes del Duero...

Llevan en sus cortezas grabadas iniciales
que son nombres de enamorados,
cifras que son fechas.

Dos años más tarde Leonor y yo grabamos para siempre nuestros nombres en los álamos del Duero. 
Nos casamos un 3O de Julio de l909 en la Iglesia de Nuestra Señora la Mayor. Leonor contaba entonces l5 años, yo 34.
"¿Qué es amor?, me preguntaba

una niña y contesté:
Verte una vez y pensar
haberte visto otra vez."

ESCENA VIII.-
Era el l9 de Julio, la Fiesta Nacional Francesa. El río de alegría que recorría las calles de París, se transformó en un río de sangre en la boca de Leonor.
La tuberculosis era entonces un mal difícilmente curable. Mi pequeña Leonor, mi mujer, mi niña, murió el l de Agosto de l9l2. Una noche de verano/ la muerte en mi casa entró...
!Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería!

!Oye, otra vez, Dios mío, mi corazón clamar!
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
!Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar!

Cuando perdí a Leonor pensé en pegarme un tiro. El éxito de mi libro "Campos de Castilla" me salvó, y no por vanidad, bien lo sabe Dios, sino porque pensé que si había en mi una fuerza útil no tenía derecho a aniquilarla. Hubiera preferido mil veces morirme a verla morir...En fin, hoy vive en mi más que nunca y algunas veces creo firmemente que la he de recobrar.

ESCENA IX.-
No pudiendo soportar tan doloroso recuerdo, perdí traslado y fui enviado al Instituto de Baeza.
Adiós campos de Soria

donde las rocas sueñan.
Adiós. Ya con vosotros
quedó la flor más dulce
de la tierra
y no puede cantaros,
no os canta ya mi corazón...
os reza.

En Baeza volví a encontrarme con Andalucía. Nos reuníamos en la rebotica de Almazán, donde hice algunas amistades y donde se fue gestando sin saberlo mi Juán de Mairena, ese "hombre con el que converso y siempre va conmigo". En aquella tertulia pueblerina se podían escuchar frases como estas:
-Nuestros políticos llamados de izquierdas, un tanto frívolos-digámoslo de paso-rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de política futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el propio tiro.
-Claro es que, en el campo de la acción política, el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el viento y no quien pretende que sople el viento donde pone la vela.
-Si se tratase de construir una casa, lo que es lo mismo que construir un país, de nada nos aprovecharía que supiéramos tirarnos correctamente los ladrillos a la cabeza.
-El que un hombre público quede mal en público, es peor que el que una mujer pública quede mal en privado.
-Dios creó a los antiguos griegos para que pudiéramos comer los profesores del porvenir.
Y heme aquí ya profesor

de lenguas vivas, ayer
maestro del gay saber
aprendiz de ruiseñor.
En un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.
Silencio. Cerca del fuego.
Fuera, llueve un agua fina,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.
En mi estancia, iluminada
por esta luz otoñal,
la tarde gris tamizada
por la lluvia y el cristal,
sueño y medito:
¿En estos pueblos se escucha
el latir del tiempo?.No.
En estos pueblos se lucha
sin tregua contra el reloj.
Tic, tac, ya pasó
un día como otro día
dice la monotonía
del reloj.

Es de noche. Se platica

al fondo de la botica:
"Yo no sé, D. José,
cómo son los liberales
tan perros, tan inmorales"
"!Oh, tranquilícese usted,
después de los liberales
vendrán los conservadores,
buenos administradores
de su casa.
Todo llega y todo pasa,
ni Gobierno que perdure,
ni mal que cien años dure,
tras estos tiempos
vendrán otros y otros
y lo mismo que nosotros
otros se jorobarán.
!Así es la vida D. Juán.!"
"Es verdad,
así es la vida."
Tic, tac, ya pasó
un dia como otro día
dice la monotonía
del reloj.
Pero ya a solas, en la sobriedad de mi celda de viajero, mi pensamiento volaba desde mi soledad a mi recuerdo:
¿No ves, Leonor, los álamos del río

con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco.
Dame tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
poblados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado ,pensativo y viejo...





ESCENA X.- Estimado D. Miguel de Unamuno:
Esta Baeza, a la que llaman la Salamanca andaluza, tiene un Instituto, una Escuela de Arte y varios Colegios de Segunda Enseñanza, pero apenas sabe leer el treinta por ciento de la población. No puedo hacer nada, las gentes de esta tierra tienen el alma totalmente impermeable. No hay mas que una librería en la que se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén y sin embargo la ciudad está poblada de señoritos arruinados en la ruleta.
Al fin una pulmonía

mató a D. Guido y están
las campanas todo el día
doblando por él ,din-dan.
!Buen D. Guido, ya eres ido
y para siempre jamás,
alguien dirá:¿Qué dejaste?
yo pregunto ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?
Buen D. Guido y equipaje
!Buen viaje!
!Oh, fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho,
metido en tosco sayal...
las yertas manos en cruz...
!tan formal!
el caballero andaluz.

Un día cansado del ancho y vacío paisaje de Baeza, me descolgué hacia la costa, en sus pueblos blancos, marineros, me reencontré con la Andalucía de mi primera infancia
Playa de Sanlúcar,

noche de verano,
copla solitaria
junto al mar amargo.
Una noche de verano
en la playa de Sanlúcar
oí una voz que cantaba:
"Antes que salga la luna
a la vera de la mar
dos palabritas a solas
contigo tengo que hablar".
A la orillita del agua,
por donde nadie nos vea,
antes que la luna salga.

ESCENA XI.-
Tras nueve años de estancia en Baeza, volví a Castilla, esta vez a Segovia.!Campo de Baeza/soñaré contigo/cuando no te vea!. En l9l9 tomé posesión de la Cátedra de Lengua Francesa en el Instituto de Segovia. Cada mañana avanzaba por la Calle de la Compañía, a lo largo del edificio de los Jesuitas, para desembocar en la sosegada plaza de Santa Cruz, en la cuesta de la Catedral. Pasaba las mañanas en el Instituto, iba a la tertulia del escultor Emiliano Barral y daba frecuentes paseos por las afueras de la ciudad. De noche leía, o rumiaba, poemas en verso o en prosa en la soledad de mi alcoba en la Calle de los Desamparados ll.
La verdad es que como examinador era bastante benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos y siempre tras exámenes brevísimos:
-¿Sabe usted algo de los griegos?
-!Los griegos... los griegos... eran unos bárbaros!
-!Vaya usted, bendito de Dios!
No obstante también tenía malísimas pulgas. Un día recuerdo que recibí la visita de un padre de familia:
-¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo?
-!No! !Me basta con ver a su padre!.
Allí en Segovia, día a día, fui aprendiendo que "un corazón solitario, no es un corazón..."
!Olmo!, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida...
mi corazón espera...
también hacia la luz y hacia la vida
otro milagro de la primavera...

Y el milagro se produjo, ella se llamaba Pilar de Valderrama y yo la rebauticé para el amor con el nombre de Guiomar...
!Ay, Guiomar, Guiomar...
mírame así condenado,
reo de haberte creado
ya no te puedo olvidar...
Sí, corría el mes de marzo de l928, cuando la vida quiso que, de nuevo, conociera la esperanza, la ilusión y el amor, tan destruidos tras la muerte de mi esposa.
Como atento no más a mi quimera

no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la alegre primavera
que en todo el ancho campo florecía.

La esperanza y la ilusión fueron absolutas, el amor no del todo posible.
"Aquí en nuestro rincón, Pilar, empiezo mi carta, cuando tu no habrás llegado a tu casa todavía. Así combato yo este momento terrible de la separación, este principio de tu ausencia, tan violento que es casi como un desgarrón en las entrañas...En mi corazón no hay más que un amor...el que tengo hacia mi diosa. Porque tú eres, no lo dudes, el gran amor de mi vida .Quizá quien no ha llorado por una mujer no sabe lo que es el amor, yo he llorado mucho cuando tuve consciencia de mi amor hacia ti, por no haberte querido toda la vida."
Casa de Machado en Segovia
Tu poeta piensa en ti. La lejanía

es de limón y violeta, verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar, nos sorbe la serranía.
Juntos vamos, libres somos,
aunque Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure violento su venganza,
aunque ensille el pensamiento...
!Libre amor, nadie lo alcanza!


ESCENA XIII.-
Pero los hombres han inventado la guerra, el crimen deshumanizado, la muerte entre ciegas máquinas, para permitirse el lujo de aliviar la vida a los mejores...
"Se le vio caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío
aún con estrellas en la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara."
La guerra es el crimen estúpido por excelencia. El único que no puede tener perdón de Dios, ni de los hombres. Nadie puede perdonar a quien la provoca, ni a quien la prepara.
Hoy sé que me despido de ti, Guiomar. No llores, amor mío. No quiero recordarte llorando. Sabes lo hecho que estoy a despedidas, mi vida entera ha sido siempre un largo adiós.
Y tu te vas, Guiomar, de España ahora.
Adiós Guiomar. Sé que habrás de llorarme, cuando muera, para olvidarme y luego poderme recordar, limpios los ojos que miran en el tiempo.
Sé que no nos veremos nunca más. Tu vas a Portugal con tu familia. Yo voy a morir a Francia.
"De mar a mar y entre los dos la guerra,

más honda que la mar. En mi parterre
miro a la mar que el horizonte cierra.

La guerra dio al amor el tajo fuerte
y es la total angustia de la muerte."

ESCENA XV.-
Noviembre de l936. Llegaron a mi casa León Felipe y Rafael Alberti: "A Francia, D. Antonio, hay que pasar a Francia."
Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

-Siéntate sobre mis rodillas, madre. Como una niña. Así estarás mejor.
-¿Llegaremos pronto a Sevilla, Antonio, hijo?
-Sí, madre. Ya estamos llegando.

"Desde el umbral del sueño me llamaron.

Era la buena voz, la voz querida.
-Dime,¿Vendrás un día a ver el alma?
Llegó a mi corazón una caricia.
Contigo siempre... y avancé en mi sueño
por una larga, estrecha galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga."

"Ay, esos días azules
y ese sol de mi infancia".




TELÓN
Sanlúcar 1983