(Biografía estrafalaria de D. Ramón María del Valle Inclán)
ESCENA I.- (Dirigiéndose a alguien del público)
Me pareció oirle preguntar que cómo me quedé manco... le explicaré.
Una tarde estaba yo en mi viejo palacio de invierno, cuando se acercó mi anciano ayuda de cámara, serio, cariacontecido y me dijo: -Señor, no hay nada que echarle al cocido.
-¡Tráeme mi navaja de afeitar!... !Toma mi mano con fuerza!
Me di un tajo en el hombro y le ordené: “ !Echa esto al puchero! ” ...y así fue como me quedé manco.
... ... ...
¿Cómo?... ¿Qué no se lo cree?. Por una vez voy a permitirle que lleve razón. Lo cierto es que cuando yo era Coronel General de los Ejércitos de Tierra Caliente me vi perseguido por un león. Tenía dos opciones, o me dejaba devorar, o le lanzaba parte de mi anatomía para que se entretuviera. Esto segundo hice y, mientras el felino se entretenía con mi muñón, yo me puse a salvo.
Y así fue como me quedé manco. ¿Tampoco se lo cree?... !Lleva usted razón de nuevo!
... ... ...
La verdad, y esta sí es la verdad, que una noche, en una discusión amistosa con el poeta Manuel Bueno, me dio un bastonazo con tan mala fortuna, que se me clavó el gemelo en la muñeca. Al acostarme sentí que el brazo me dolía. Para evitar la gangrena hubo que extirparlo.
Al despertar tras la operación D. Jacinto Benavente estaba en la cabecera de mi cama. Le comenté:
-! Cómo me duele este brazo, D. Jacinto!.
-¡Ese ya no, D. Ramón, ese ya no!
Y fue así como supe que me había quedado manco...Pero, no importa, los dos brazos no son más que el recuerdo de una época salvaje, en la que el hombre tenía que trepar a los árboles, para procurarse su alimento. Además, con un solo brazo, yo seré siempre el primero en salir vestido de un incendio y lo que es más importante, ya nunca podrán llevarme detenido “codo con codo”
ESCENA II.-
“Este que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de luenga melena y negra barba, soy yo: D. Ramón María del Valle-Inclán y Montenegro. Hoy, marchitas ya las juveniles flores, divierto penas y desengaños comentando las “ memorias amables “, que empezó a escribir en la emigración mi noble tío el Marqués de Bradomín, que como yo era feo, católico y sentimental”.
El gato que runfla,
la puerta que cruje,
la gotera glo, glo, glo,
a la puerta ruge
la bestia abortada
cuando nací yo.
Baste decir que soy gallego desde que el hidalgo vientre de mi madre, Dª Dolores de la Peña, tuvo a bien parirme en las frias aguas de la Ría de Arosa, que como ustedes saben, separa y une al mismo tiempo las poblaciones de Villanueva de Arosa y Puebla del Caramiñal.
Apenas si abrí los ojos, el orgullo de hidalgo arruinado se me enredó leve en los pañales al escuchar repetidamente de labios de mi padre el lema familiar: “El que más vale, no vale tanto, como vale Valle” o aquel de “Nos no venimos de reyes, que reyes vienen de nos”.
ESCENA III.-
Un día, D. José de Zorrilla, vino a visitarnos al colegio. Como si adivinara mi porvenir, se acercó hasta mi y me dijo:
-¿Tu también serás poeta?
Aquella pregunta fue para mi como una consagración. Poeta, sí, hacía tiempo que yo dialogaba con la luna y sabía por qué las rosas guardan el encanto de haber sido ...mujer.
ESCENA IV.-
Cuando cumplí diecisiete años mis padres me regalaron mi primer sombrero de copa y yo me regalé mi primera barba. Un día me dije: “Tengo que elegir una profesión sin jefe”. Sin jefe, pensé, sólo hay dos profesiones: la de escritor y la de difunto...Por el momento elegí ser escritor.
ESCENA V.-
Como todos a esa edad soñé con superar a todos los amantes que en el mundo han sido. Desgraciadamente no lo conseguí. Cuando apenas contaba veintiséis años, y como punto final a uno de esos amores desgraciados, tomé la decisión de recorrer el mundo. Me hice un traje militar de veinticinco hebillas y me embarqué en “La Dalila” rumbo a Méjico.
Esta vieja fragata, tal vez en mi honor, tuvo la deferencia de naufragar en las costas de Yucatán en el viaje de vuelta.
ESCENA VI.-
ESCENA VI.-
A bordo de “La Dalila” asesiné a Sir Robert Jones. ¿Qué no se lo cree?...Le daré más detalles... Lo hice con tanta perfección, que sólo el Capellán del barco sospechó de mi. Yo lo advertí a tiempo, y, confesándome con él, antes de que pudiera contárselo al Capitán, limpié mi alma del pecado y, lo que es más importante, salvé mi cabeza...
Al desembarcar en Veracruz, me dirigí desde el muelle hacia los oficinas de un diario que acababa de leer. En él se insultaba, desde Hernán Cortés, hasta el último de los españoles desembarcados, es decir, yo. Al tiempo que golpeaba la puerta del Director con mi bastón, grité: “Vieja chupona, iscariote, perra salida, el diablo te lleve”.
Por este simple hecho adquirí pronto fama de camorrista. “El gachupín Valle Inclán-decían-un león con dos pies”.
ESCENA VII.-
Después, como un aventurero de otros tiempos, me lancé a recorrer el vasto Imperio Azteca. Allí, oculta entre las pirámides de Tequil, descubrí a la Niña Chole... ¡Ay, la Niña Chole! ...En la Niña Chole está el origen de mis Sonatas.... el único equipaje en mi vuelta a España en 1895.
Después abrid Santillana
un paréntesis aquí
y poned en él de mi
lo que más os diere en gana.
ESCENA VIII.-
Me instalé en Madrid un año antes de recibir la enorme alegría de saber que España había perdido sus colonias... cuando...... D. Francisco de Asís/sacando su minga muerta/en el quicio de la puerta/lloriquea y hace pis... Desde mi llegada a la capital tuve que soportar la inevitable compañía de la pobreza.
No sé bien por qué a la gente le dio por contar anécdotas de mi vida nocturna, que al haber sido realizadas bajo la influencia del alcohol o del hatchís, no podría decir si fueron verdaderas o falsas.
Cuentan que una noche llamé a las puertas de un médico con cuya mujer tenía amores.¿Quién es?, preguntó el Doctor observándome por la mirilla. Yo, enfadado porque no reconociera al más grande de los poetas de España, le contesté:
-¿Cómo que quien soy?. ¡Mire usted, yo podría ser el padre de sus hijos!
ESCENA IX.-
¡Ay, el escritor no debería casarse. Tendría que prohibírselo el Gobierno!. Como decía Bernard Shaw “un escritor debe matar de hambre a su anciana madre y hacer que sus cinco hijos trabajen para él, antes que claudicar”. Pero yo claudiqué y me casé con la actriz Josefina Blanco. Durante algún tiempo y ante mi fracaso como actor, trabajé en una empresa de publicidad. Recuerdo que una vez había que lanzar al mercado un jabón, patrocinado por unos príncipes del Congo, que, según decían, volvía blancos hasta a los propios negros. Me recluí en mi cuarto y escribí la siguiente cuarteta:
¡Ay, el escritor no debería casarse. Tendría que prohibírselo el Gobierno!. Como decía Bernard Shaw “un escritor debe matar de hambre a su anciana madre y hacer que sus cinco hijos trabajen para él, antes que claudicar”. Pero yo claudiqué y me casé con la actriz Josefina Blanco. Durante algún tiempo y ante mi fracaso como actor, trabajé en una empresa de publicidad. Recuerdo que una vez había que lanzar al mercado un jabón, patrocinado por unos príncipes del Congo, que, según decían, volvía blancos hasta a los propios negros. Me recluí en mi cuarto y escribí la siguiente cuarteta:
Desde Toledo a Busdongo,
desde la China al Japón
no hay nada como el jabón
de los Príncipes del Congo.
¡No se vendió ni una sola pastilla y afortunadamente me despidieron.
ESCENA X.-
Comenzó para mi la muy noble, pero muy dura, vida de la bohemia. La vida de las tremendas penurias. La de, como decía mi amigo Alejandro Sawa, “tirarme hacia las estrellas, si no lo hubiera impedido la fuerza de la gravedad”. Noches de afectos y odios en el Café Madrid o en el Café de la Montaña...
-¡ Echegaray ¡, ¿Cómo se atreve usted a hablarme de ese viejo idiota?...Mire usted, los dramas de ese señor no son mas que la autobiografía de un marido cornudo.
-¡Oiga, hable usted de su obra y no de su vida privada!
-Y ...¿Quién es usted, mequetrefe para intervenir?
-Yo soy el hijo de D. José de Echegaray.
-¿Su hijo?...¿Está usted seguro, joven?
-¡ D. Ramón ¡
-¡No se me excite, joven!...Usted no es mas que un pedazo de bruto...
-¡¡D. Ramón!!
-Bien, por el respeto que siento hacia su padre retiro lo de...pedazo.
... ...
¿Sabían ustedes que las arañas son homófagas?
...¿Cómo?...¿Que qué es la homofagia?...Homofagia es comer animales de la misma especie. Por ejemplo, el presunto hijo de D. José de Echegaray sería homófago, si se comiera un besugo.
... ...
Una noche, ya de vuelta a casa, me senté sobre un tronco en el Retiro. Al poco tiempo observé que el tronco se movía...! Me había sentado sobre un caimán!. Cualquiera de ustedes hubiera sentido miedo en estas circunstancias...Yo no, porque había sido Capitán General de los Ejércitos de Tierra Caliente y por tanto conocía las costumbres de estos saurios, así pues, le puse un dedo sobre un ojo, que es la manera de guiarles y le ordené: ¡A casa!. Montado en su lomo me condujo hasta las mismas puertas de mi residencia.
ESCENA XI.-
ESCENA XI.-
En 1914, Joaquín, mi segundo hijo, acaba de morir. Como un animal herido me refugio en mi viejo caserón de Puebla del Caramiñal. Por primera vez en mi vida me sentí viejo, cansado, acabado.
ESCENA XII.-
¡Qué curioso!...Fue la Guerra Europea, la paridora de tantas muertes, la que me devolvió a la vida, cuando en 1916 fui enviado como corresponsal de guerra al frente.
Al regresar a España, una vez conocida la destrucción y la muerte, el caduco y falso orden existente comenzó a resultarme ridículo.
ESCENA XIII.-
Dª Estefaldina teje su calceta
puesta de mitones, cofia y pañoleta,
en el saledizo de su gran balcón.
Dª Estefaldina nunca fue casada
por eso en su falda, de cintas picada,
dos gatos malteses hacen el ron-ron.
ESCENA XIV.-
Pero si la sociedad era ridícula, el teatro era nefasto. Aún podían escucharse en los escenarios de España cosas como esta:
¡Ven , Teodora, la sombra de mi madre
posa en tu frente inmaculado beso...
¡Adiós, me pertenece... que en su día
a vosotros y a mi nos juzgue el cielo!
-Muy mal...muy mal...! A la horca con ese tío, que lo ahorquen!
-¡Caballero, queda usted detenido en nombre de la Autoridad!
-¡En el teatro no hay más autoridad que la mía!
-¡A comisaría!
-¡Suélteme, animal! ¿Cómo se atreve a ponerle las manos encima al más grande de los poetas de España!
-¡A comisaría...vamos!
... ... ...
-... Yo no entro ahí si no me ponen la alfombra roja de las grandes solemnidades.
-¡Adentro!
... ... ...
-Supongo que usted no se dio cuenta de que estaba hablando con un agente de la autoridad!
-Si señor, lo sabía. Pero se estableció un caso de competencias: Yo soy la autoridad en materias artísticas y teatrales.
-No por eso tenía usted que insultar a este señor, llamándole animal.
-En el caso de este señor eso no es un insulto, sino una definición.
-Bien, ya que no se aviene usted a razones, rellenaremos el formulario habitual.¿Cómo se llama usted?
-¿Qué cómo me llamo yo? ¡Usted sabe perfectamente como me llamo yo, soy yo el que no sabe cómo se llama usted!
-D. Ramón María José Simón Valle Peña Inclán y Montenegro. Coronel General de los Ejércitos de Tierra Caliente.
-¿Coronel General? ¡No existe ese grado en la milicia. El más alto es el de Capitán General.
-¡Pues yo soy Coronel General y no permito que me degrade un polizonte cualquiera en documento público!
-¡Profesión!
-Escritor.
-¿Sabe usted leer y escribir?
-NO
-Mucho me extraña su respuesta, siendo usted escritor...
-¡Pues más me extraña a mi su pregunta!
ESCENA XV.-
¡Ah, no me quisieron entender con las Sonatas y tampoco me entendieron con mis versos!
¿Sabeis?...Hubo en el Callejón del Gato dos espejos tamaño transeúnte, que convertían en D. Quijote y Sancho a todas las personas que por allí pasaban. El reflejo de un personaje clásico en los espejos del Callejón del Gato, crea el esperpento.
ESCENA XVI.-
Max: ¿Dónde estamos, Latino?...Ahá, el Café Colón. Mira a ver si está por ahí Rubén Darío, sentado como un cerdo triste.
Rubén: ¡Hola Max!
Max : ¡Hola Rubén, si menor en años, mayor en prez!
Rubén: Max, ¿Qué haces?
Max: ¡Nada, no hago nada!
Rubén: ¡Magnífico, magnífico!
Max: Rubén, no perdamos más tiempo y mezclemos el vino con las rosas de tus versos.
Voz: La noche tocaba a su fin
y en el rincón de un quicio oscuro
nos comimos un pan duro
con el Marqués de Bradomín.
Otra voz: ¡Viva la huelga de los proletarios!!Abajo los maricas de la Acción Ciudadana!
Max: Latino, hay gritos y carreras por las calles. !Préstame tus ojos y busquemos un sitio más tranquilo!
.... ..... .... (salen)
Max: ¡Viva la huelga de los proletarios! ¡Abajo los maricas de la Acción Ciudadana!¡Habría que establecer una guillotina en la Puerta del Sol!
Policía: ¡Eh, ustedes dos, quedan detenidos por borrachos y por golfos!
ESCENA XVII.-
Sí, como todo buen español pasé por la cárcel durante la Dictadura de Primo de Rivera. Entonces los intelectuales teníamos el mismo sino que los gitanos: Ser perseguidos, como los gitanos, por la Guardia Civil.
Con la República pensé que todo iba a cambiar, que al menos podría cenar caliente todas las noches. Pero me di cuenta al poco tiempo que, a aquellos políticos pastueños, les interesaba más mi crítica en el café, como síntoma de permisividad, que darme un empleo fijo.
Un día mi situación económica era tan alarmante, que reuní a mis hijos y les dije:
-Hijos míos, voy a vender este reloj, y cuando nos hayamos comido los veinte duros que nos den por él, se inicia para nosotros un periodo de ayuno de término difícilmente cognoscible.
Ellos, como pequeños héroes y como última cena, tragaron sus lágrimas en silencio.
ESCENA XVIII.-
Menos mal que, en 1933, gracias a Azorín, Baroja y algunos amigos más, conseguí ser nombrado Director de la Academia de España en Roma
En otros tiempos, en Roma, habría sido Papa. Pero ahora Roma me aburría. Roma es una ciudad que no aburre a lo inmortal, pero que llena de aburrimiento a los mortales.
Un mal día, cuando me di cuenta de que las mujeres no se enamoran de los viejos, me invadió una profunda tristeza y volví a España.
ESCENA XIX.-
¿ Recordais ? Sólo había dos profesiones sin jefe: la de escritor y la de difunto. Lentamente me iba acercando al segundo oficio.
Salía poco. Prácticamente del Sanatorio al Café y del Café a casa..
Un día, en uno de estos mis cortos paseos, vi que unos obreros levantaban una tapia en torno a un campo cubierto de flores...
-¿qué haceis?, les pregunté.
-Estamos cercando el cementerio.
-Gasto inútil, les dije, porque los que están dentro no pueden salir y los que estamos fuera no queremos entrar.
¿Sabeis qué es lo peor que tiene la muerte?...Que hay que volver a ver a todos aquellos a los que por fin habíamos perdido de vista en la vida.
De cualquier forma, como es un trance inevitable, cuando llegue prefiero estar sentado que de pié, mejor echado que sentado y tumbado antes que de ninguna otra manera. Pero ese día, tomad nota, no quiero: Ni un fraile humilde, ni un cura discreto, ni un jesuita sabihondo.
ESCENA XX.-
Caballeros, salud y buena suerte.
Da sus últimas luces mi candil.
Ha colgado la mano de la muerte
papeles en mi torre de marfil.
Le dejo al tabernero de la esquina
para adornar su puerta, mi laurel.
...Y BREVISIMO EPILOGO
Jamás hombre más nacido
para el placer, fue al dolor
más derecho.
Jamás ninguno ha caido,
con facha de vencedor,
más deshecho.
(Manuel Machado)
Sale mientras lentamente cae el
TELON